1/3 La señal de Jonás
Las señales que damos a nuestros contemporáneos no les ayudan a encaminarse hacia Jesús. Y, si no, pregúntese a los jóvenes (los normales y corrientes); y, si no, véase la salida de la iglesia tras la misa de los domingos. Y, si no, medítese sobre el comportamiento de los cristianos en la sociedad, o de los gobernantes católicos en la Administración. Los de Nínive se convirtieron a partir de la predicación de Jonás, pero antes fue necesario que la ballena lo vomitase tras habérselo tragado. ¿Qué vomitivo podríamos darle a nuestra Iglesia?
1. Los verdaderos profetas de todos los tiempos han tenido enemigos. Porque el profeta es siempre una persona incómoda, molesta, inquietante. Pero ocurre que los enemigos de los profetas, al no tener razones verdaderas y de peso, para oponerse al profeta, lo que hacen es echar mano del insulto y la mentira, para desprestigiar al hombre o la mujer que les resulta molesto y hasta insoportable.
El Evangelio es, en resumen, la historia del enfrentamiento de gentes malvadas ("esta generación", (Lc 11,29; Mt 12,39) con el profeta definitivo, que fue Jesús. De ahí, la cantidad de improperios, mentiras y amenazas que Jesús tuvo que soportar. Hasta el final de sus días.
2. ¿Cómo reacciona Jesús ante sus adversarios? No se calla. Pero su respuesta no es contestar a la ofensa con otra ofensa. Téngase en cuenta que las expresiones "generación malvada, apóstata o adúltera" provienen de la literatura apocalíptica judía. Lo que hace pensar que probablemente se trata de expresiones que introdujo el redactor, no afirmaciones que hizo Jesús. Nunca es bueno ofender al que me ofende. Ni mentir al que me miente. Eso no resuelve nada. Y lo que hace es rebajarme a mí a la altura de un malvado, de un apóstata o un adúltero.
3. Entonces, ¿qué respondió Jesús a quienes se le enfrentaban? Les puso dos ejemplos de personajes admirados: Jonás y Salomón. Y les dijo: ¿quieren una señal divina? Pues aquí la tienen. ¿Dónde? ¿En qué? En lo que están viendo y oyendo: la forma de vida que llevó Jesús. Eso era más elocuente que todo lo que hizo Jonás y más prodigioso que toda la grandeza del rey Salomón.
O sea, lo más grande es vivir como vivió Jesús.