1/6 SAN JUSTINO

31.05.2023

Mc 10 46-52 EVANGELIO EN AUDIO

Bartimeo era el nombre de este ciego de nacimiento, Bar-timeo: el hijo (bar) de Timeo. Varias dimensiones se reúnen en este tan breve episodio de curación realizada por Jesús. En primer lugar, Bartimeo es un hombre realmente decidido. No le arredran las dificultades, ni el qué dirán, ni la oposición de la gente que le pide que se calle, quizá con no buena cara. Él sabe lo mucho que significa para él la posibilidad de recobrar la vista, y ha decidido intentar conseguirla, cueste lo que cueste, contra viento y marea. Por eso, aguanta impertérrito el abucheo de la gente, él grita más fuerte si hace falta.

En segundo lugar, la petición de Bartimeo, por ser tan sintética y desnuda, se convierte en todo un símbolo. Simplemente: «Maestro, que pueda ver». Todo un símbolo de la necesidad humana de la luz, del sentido, de la esperanza, de la comunicación con la realidad, de la capacidad de valerse por sí mismo, la autonomía, como base de la autonomía y del crecimiento personal.

En tercer lugar, el sentido práctico final de la curación, que sirve, como en tantos otros casos de los evangelios, para ponerse en marcha por el camino de Jesús: «recobró la vista, y se puso a seguirle por el camino». Como la suegra de Pedro, curada por Jesús, que de la cama pasó a ponerse al servicio de todos los presentes.

En cuarto lugar, hay que subrayar la respuesta de Jesús, que no da ninguna orden de milagro, sino que le aclara y testifica a Bartimeo, que su fe le ha curado. No Jesús, sino la propia fe de Bartimeo. ¿No mueve montañas la fe? ¿Por qué no va a hacer que unos ojos deteriorados recuperen su potencia y plenitud? Y lo hace, en el caso de Bartimeo. Y lo puede hacer en nuestro caso.