17/4 Nacer de nuevo en el ESPÍRITU
Toda persona cristiana, como discípula, está llamada a dar testimonio de su nuevo nacimiento en la fe. Este nacimiento, «nuevo» y «de arriba», la identifica profundamente.
La identidad cristiana no es solo de referencia individual. Es, ante todo, comunitaria; es, por un lado, vida nueva que viene del Espíritu, y, por otro, decisión libre que la impulsa a romper con «el pecado del mundo».
Sin ese nacimiento espiritual se hace más difícil abrazar la dinámica del Reino que busca generar alternativas o caminos para un mundo nuevo. El «Reino de Dios» no tiene límites porque el Espíritu Santo libera y dilata el «corazón» y su horizonte está más allá de las fronteras.
«El espíritu sopla donde quiere…». El cristiano, animado por el Espíritu de Jesús, tiene la misma libertad para amar que tiene su Señor; no está sujeto a límites, prejuicios o legalismos convencionales. Para vivir en «comunión» con Jesús, se requiere esa libertad y madurez que permita el cuidado integral de la vida. A eso nos compromete la comunión eucarística.