24/2 UNA FIESTA DE BODAS
El ayuno ha sido releído, en el cristianismo, como una realidad penitencial y fue cargado de una visión negativa y desastrosa. Esto, entre otras cosas, hizo del seguimiento de Jesús una realidad lúgubre y carente de alegría.
El Evangelio nos plantea hoy cosas muy diferentes: Jesús es el novio y mientras el novio esté los amigos están convocados a vivir la alegría contagiosa.
Frente a esas dos claridades estamos invitados a vivir el ayuno como le agrada a Dios: siendo solidarios con la causa de la libertad y de la justicia en favor de las víctimas. Basta de seguir mostrando un cristianísimo carente de alegría, con miedo a la novedad, a la libertad y que se dedica a mantener el orden establecido.
Cuaresma es tiempo de serena alegría; alegría que alcanzamos mediante una revisión personal y comunitaria de nuestro caminar. No se trata de darnos golpes en el pecho por la culpa de lo que no hicimos bien, sino de visualizar en el horizonte las segundas oportunidades que nos regala la providencia de Dios en cada tiempo y lugar.
El ayuno es una privación voluntaria que nos brinda la oportunidad de poner límite a nuestros deseos egoístas y así ser solidarios con quienes no tienen acceso a lo necesario para vivir. ¡Hacé de tu ayuno una oportunidad para compartir con quien más necesita!