28/2 ¡ABBA!
La oración que Jesús nos enseña (sin usar «muchas palabras») no es más que una petición para que venga el Reino de Dios. Eso es lo verdaderamente esencial e imprescindible. Un Reino que es pan y perdón.
A lo largo de la historia, los cristianos hemos inventado muchas oraciones (algunas, terribles), pero el modelo sigue siendo esta sencilla petición para que el mundo sea cada vez más parecido a como Dios lo pensó: un mundo donde la gente sea hermana y no haya necesidad.
Estamos tan acostumbrados a rezar el Padrenuestro, que con frecuencia lo decimos sin darnos cuenta de lo que estamos diciendo. Sin embargo, ya a comienzos del s. III, Tertuliano decía que el Padrenuestro es un resumen de toda la enseñanza sobre la fe: "breviarium totius Evangelii". O sea, es una síntesis de todo el Evangelio.
Jesús le cambió el nombre a Dios. Era un nombre que impresionaba tanto a los israelitas, que lo sustituían por otros nombres (el Cielo, los Cielos...). Si Dios nos trasciende (no está a nuestro alcance), en realidad no sabemos lo que decimos cuando pronunciamos la palabra Dios. En arameo, el término "Padre" (Abba) nunca se aplicaba a Dios.
Para Jesús la experiencia del "padre" es la que más nos puede ayudar para vivir nuestra relación con el Trascendente. Pero ocurre que este nombre es patriarcal y, por tanto, no puede expresar nuestra relación con la "madre".
El Padre, que presenta Jesús, es siempre Bondad. Y solo Bondad, nunca es Poder. Y menos aún Dominación y Sometimiento. Es el Padre siempre Bueno, con buenos y malos, con justos y pecadores (Mt 5,45). Es, pues, el Padre que acoge a todos, siempre, sin pedir explicaciones, y haciendo fiesta de alegría por el perdido que acude a Él, no porque se convierte, sino porque se muere de necesidad extrema en la extrema miseria (Lc 15,11 -32). A partir de esta experiencia límite, nuestra relación con Dios puede tener sentido y darnos sentido.
La oración en la vida cristiana y en fidelidad a la propuesta de Jesús de Nazaret, es un proyecto de vida que tiene a Dios como el garante de la vida, de la verdad, de la justicia, de la bondad, del perdón, de la reconciliación y de la paz. En Jesús la oración no es un apéndice, como lo es muchas veces para los creyentes. En Jesús, que es un hombre que se supo configurar con Dios, la oración es la extensión de su propia vida.
La oración expresa la acción que Dios hace en él. Por eso es importante, a la hora de orar el "Padre Nuestro" que caigamos en la cuenta que hemos de hacer nuestro ese proyecto. Orar es ir configurando la vida, según el designio-voluntad de Dios para nuestra vida. ¡Comencemos ya!