Etapa 18 ENGHEDI
El amor erótico, metáfora del amor de Dios
Enguedi significa "fuente (ein) del cabrito (gadi)". Este lugar, ya se nombraba en algunos pasajes bíblicos, como en el poema de amor del Cantar de los Cantares (Ct 1, 14): "Bolsita de mirra es mi amado para mí: entre mis pechos descansa. Es mi amado para mí un manojito de alheña, en las viñas de Engadí".
Lee el siguiente texto (Cant 5-6). La novia puede ser cada uno de nosotros o la Iglesia Universal; el novio es el Señor, que nos busca y a quien buscamos. Simplemente dejémonos llevar por la poesía y las emociones que nos evocan las palabras. No leamos la poesía como si fuera una novela.
He entrado en mi jardín, hermana mía, esposa; he recogido mi mirra y mi bálsamo, he comido mi néctar con mi miel, he bebido mi vino con mi leche.
¡Coman, amigos, beban, emborráchense de amores!
Yo dormía, pero mi corazón velaba. ¡Un rumor...! Mi amado llama: «Ábreme, hermana mía, amada mía, mi paloma sin tacha; que mi cabeza está cubierta de rocío, mis rizos del relente de la noche».
Me he quitado la túnica, ¿cómo vestirme otra vez?; me he lavado los pies, ¿cómo mancharlos de nuevo? Mi amado introdujo su mano por el postigo, y mis entrañas se estremecieron por él. Me levanté para abrir a mi amado, y mis manos destilaban mirra; mis dedos goteaban mirra, en el pestillo de la cerradura.
Abrí yo misma a mi amado, pero mi amado ya se había marchado. ¡El alma se me fue tras él! Lo busqué y no lo encontré, lo llamé y no me respondió.
Me encontraron los centinelas, que hacen la ronda por la ciudad; me golpearon, me hirieron, me desgarraron el velo los centinelas de las murallas.
Las conjuro, muchachas de Jerusalén, si encuentran a mi amado, díganle que he sido herida de amor.
¿Qué tiene de particular tu amado, tú, la más bella de las mujeres? ¿Qué tiene de particular tu amado, para que así nos conjures?
Mi amado es radiante y bermejo, egregio entre millares. Su cabeza es oro finísimo; sus rizos, colinas ondulantes, son negros como el cuervo. Sus ojos, cual palomas a la vera de las aguas: se bañan en leche, se posan en la orilla. Sus mejillas, plantel de balsameras, semillero de plantas aromáticas. Sus labios rosáceos destilan mirra líquida. Sus manos, cofres de oro, llenos de gemas. Su vientre, disco de marfil, cubierto de zafiros. Sus piernas, columnas de alabastro, asentadas en basas de oro. Su porte, como el Líbano, esbelto como los cedros. Su talle es delicioso, todo él es codiciable. Así es mi amado, así es mi amigo, muchachas de Jerusalén.
¿Adónde se fue tu amado, tú, la más bella de las mujeres? ¿Adónde se encaminó tu amado, para que lo busquemos contigo?
Mi amado ha bajado a su jardín, al plantel de balsameras, a deleitarse en el jardín, a recoger sus rosas. Yo soy para mi amado y mi amado es para mí. ¡Se deleita entre las rosas!
Eres bella, amada mía, como Tirsá, fascinante como Jerusalén, imponente como un batallón. Aparta de mí tus ojos, que me turban. Tus cabellos, como un rebaño de cabras que trisca por la sierra de Galaad. Tus dientes, cual hato de ovejas que suben del baño; todas ellas gemelas, ninguna solitaria. Dos cortes de granada tus mejillas, tras el velo. Sesenta son las reinas, ochenta las concubinas e innumerables las doncellas, pero única es mi paloma hermosísima, única es para su madre, predilecta de aquella que la engendró. Las doncellas la felicitan al verla, las reinas y las concubinas la elogian.
«¿Quién es esta que despunta como el alba, hermosa como la luna, refulgente como el sol, imponente como un batallón?».
Terminamos con esta canción: ¿Dónde estás amado mío? (Jesed)